
Rojo carmesí, perfume afrutado,
Aliento metálico,
Pelo ensortijado, tez morena
Ojos avellana, así era
Isabel.
Mujer guerrera, mujer ingenua
Amaba lo imposible
Se conformaba con poco
Aunque tuviese gustos caros.
Cuando nació, lo hizo con algarabía
Fue el ojito derecho
De su padre
Odiaba vestir de negro, le gustaban
Las flores y los colores
Quería ser el centro del universo
Y sólo era una niña más.
Papá no sabía decirle que no,
Y sus gustos eran desde la luna
Hasta el sol,
En la primavera.
Soñaba con príncipes y canciones
De amor.
Soñaba con tenerlo todo.
Pero la luna, las estrellas y el sol
Decidieron brillar más y
Despertar a Isabel de aquel sueño.
Ella no era una ninfa, ni una diosa.
Isabel era de carne y hueso
Isabel era humana.
Comenzó a conocer la desdicha
poco a poco
Descubrió que significaba no
Ella con su vestido de tul,
Zapatos de charol,
Salió de su hogar para no volver nunca más
Isabel conoció el amor.
Conoció a la persona,
Aquella que le robaría un latido
O dos.
Conoció a un trovador, a un ladrón
Que le cantó dulces canciones de amor
Que dibujó lienzos infinitos
Sin pincel, ni colores,
Solo con su voz.
Isabel cayó
Isabel perdió la luz blanca de sus ojos
Como una polilla quedó atrapada
Por la luz cegadora.
Pasaron los días y meses,
Y el príncipe azul se volvió negro,
Le gustaba oír gritar a la jovencita
De ojos avellana
Pintaba el rostro de su amada,
De color morado, que tornaba más tarde
En amarillo.
Y ella solo lloraba a la nada.
Sentada en el alféizar
Muchas noches de luna llena
Se confesaba pecadora
Había desafiado a los dioses
Había olvidado su condición
Humana.
Había olvidado su vida
Por un amor frío y muerto,
El susurro de la noche le dio valor
La oscuridad le dio cobijo
E Isabel partió rumbo a lo desconocido
Tomó sus sueños,
recogió sus lágrimas
Pintó sus uñas y salió
De su prisión dorada,
Vago por campos y senderos solitarios
Vivía del agua y del aire
Pero era libre, no había más dolor
No había más caricias con puños,
Ni besos con patadas.
Ella era una mujer libre, imparable,
Fuerte y tenaz.
Corría y vagaba por el mundo,
Unos días era Lucía y otros María
Algunos días reía y pocos lloraba.
Porque Isabel quería ser Isabel,
Volver con su padre
Ver a su familia.
Creer en el amor más allá
De las palabras.
Cuando las estrellas salieron jugar
Iluminaron un sendero
Pequeño y feo
Y la curiosidad se hizo presente
Y los miedos se olvidaron,
De puntillas como cuando era niña
Isabel siguió el camino
Y encontró la flor más bella del Lugar
Estaba sola, intocable
Al verla los llantos ahogados, antes olvidados
Resurgiendo como manantiales.
Entre los árboles,
Los susurros la buscaban
Vuelve niña de sonrisa perpetua
Vuelve a tu hogar, vuelve con tu padre.
Con los músculos entumecidos
Y las fuerzas renovadas,
Partió de nuevo a los brazos de su padre,
El olor del café llenaba la estancia,
El olor de las ollas nublaba la cocina,
Todo parecía tan apacible y monótono
Pero el tic tac del viejo reloj,
Traspasaba las paredes
Y a lo lejos oía el quejido
Del suelo y el crepitar de las llamas.
La casa estaba vacía,
Todos estaban en la calle
Llevando un ataúd de porcelana
A su espalda vestidos todos de negro
Con capas y pañuelos
Desfilaba su familia con los corazones
En sus manos.
Triste, triste era el día
Cuando Isabel descubrió a su padre,
Muerto como una flor marchita
Blanco como la nieve,
Frío como el hielo,
Iba vestido con sus mejores galas,
Tenía el pelo acicalado,
Las uñas recortadas
Y su sonrisa enamoraba.
Los miedos pudieron con Isabel,
Le impidieron volver.
La dejaron atada a una vida
Donde se creía princesa,
Y ahora estaba
Desahuciada.
No le pudo decir adiós
No quería decirle adiós
Al primer hombre que le enseñó,
La palabra amor.
Ella que era la valentía,
Ella que era fortaleza y fuerza
Estaba destrozada,
Soportaba las miradas acusadoras,
De testigos mudos que no conocían
Su historia.
Con la mirada vidriosa, tomó una flor,
Olvidando todo se alejó,
Quemó a fuego lento sus recuerdos,
Borró todo de su memoria,
Aquel hombre que la engañó,
Aquel rostro que una vez amó.
Esos ojos en los que confió,
Ya solo quedaban cenizas
De aquel futuro dibujado.
Cada célula, cada átomo
Lloraba con ella,
Por todos los sueños perdidos,
Por todas las palabras vacías.
Isabel decidió volar
Creó un plumaje de seda y terciopelo,
Cruzó mares infinitos,
Tierras yermas,
Ciudades despobladas.
Ningún lugar era su hogar.
Ningún abrazo era cálido,
Ninguna mirada tenía amor.
El viento rompió sus alas,
Ensució sus ropajes.
Partió su piel, quemó sus pies.
Más en el ocaso,
Una brisa trajo la palabra que tanto anhelaba.
Amor, amor…
Ya sin lágrimas ni aliento,
Se puso en pie, y buscó entre las brumas,
Aquella llama extraviada.
Aquella palabra olvidada
Porque ahora Isabel,
Sabía que había amado, y había sido
Amada
No hay nada más grande que el amor
De un padre.
No había tiempo para príncipes, ni juegos.
Ya no era una niña
Ya no era una jovencita
Ahora era una mujer.
Fuerte, dura.
Que día a día aprendía a amarse así
Misma
Llora Isabel, llora, no te olvides
Nunca más de amar
Algún día lo encontrarás.
El amor
Está esperándote,
A la vuelta de la esquina, al final
Del camino,
Allí te está esperando,
Aquí siempre estará
El amor olvidado